MIGRACIÓN Y CONTAMINACIÓN Los migrantes la tienen clara: los microplásticos los están jodiendo más que a nadie

Botones Flotantes Sociales  ¡Prepárate, que esto va a ser otro viaje intenso!
Por Redacción NotiMigrar – 17 de marzo de 2025
¡Ponte las pilas, que esto está pa’l susto! Ya te contamos que tu cerebrito anda cargado con 7 gramos de microplásticos, pero agárrate, porque los migrantes –esos duros que cruzan fronteras con más huevos que el diablo– la tienen todavía más jodida. Estos compas no solo enfrentan la migra, el hambre y el frío, sino que el plástico los está acechando en cada esquina como si fuera un sicario silencioso. ¡Aquí te va el dato, pa’ que abras los ojos de una!


En la ruta, el plástico los tiene en la mira. Imagínate a un pana hondureño, ecuatoriano o venezolano montado en "La Bestia", con el viento dándole en la cara mientras cruza México. ¿Qué está respirando? Aire más sucio que la conciencia de un político, cargado de microplásticos que salen de los basureros y las fábricas. Tiene sed, agarra agua de un río que parece limpio, pero está más plastificado que una juguetería. Cada sorbo es como meterse un shot de plástico directo al cerebro. Y si pesca un pescao pa’l hambre, ¡zas!, más microplásticos pa’l menú. Los que se meten por el Darién, caminando entre selva y pantano, duermen en suelos que parecen un basurero del Chocó. ¡Es una trampa total, parce!

En el destino, la vaina sigue fea. Cuando por fin llegan a un campo de refugiados o a un barrio de invasión, el plástico no los suelta ni pa’l carajo. ¿Agua potable? Ni en sueños. Lo que hay son botellas de plástico chiviadas que se deshacen y sueltan microplásticos como si fueran confeti. La comida viene en envases de un solo uso que se rompen en pedacitos invisibles y terminan en el arroz con frijoles. Y si viven cerca de un basurero o una fábrica, el aire les pega un combo extra de polvo plástico que parece una maldición. ¡Es como si el mundo les dijera: “Sigan, pero aquí les va más plaga plástica, pelaos”!
Sin billete, sin chance. La pobreza los tiene amarrados, y el no saber los hace blanco fácil. No tienen pa’ comprar comida bacana ni agua de filtro, así que se comen lo que caiga, aunque venga cargado de microplásticos. Trabajan en lo más duro: en el campo, donde el suelo está plastificado; en la pesca, donde los peces ya parecen de LEGO; o en la construcción, respirando polvo que es una sopa de plástico viejo; o en semáforo respirando el smog y polvillo de la molienda de plásticos de las llantas de miles de autos y peatones.
 Y el cambio climático, que los sacó de sus tierras con sequías e inundaciones, les juega sucio: arrastra más microplásticos con el viento y las lluvias, y ellos, sin techo ni nada, se lo tragan todo.


La salud, pa’l carajo. Si ya 7 gramos de microplásticos en el coco te asustan, imagínate lo que estos compas están acumulando. Nadie les ha medido el cerebro, pero con tanta exposición, seguro la tienen peor. Infartos, derrames, demencia… la cosa pinta fea, y sin un médico que los mire ni un peso pa’l remedio, están más jodidos que nevera en el polo. Es una bomba que va a estallar, y nadie está poniendo el ojo en ellos.
¿Qué hacemos, pues? Los migrantes son los que más la sufren, pero también los más invisibles. Mientras el mundo llora por los delfines, estos hermanos están tragando más plástico que un basurero en Medellín.
 Por ahora pocos son los que podrán cruzar al sueño americano  para absorber microplásticos gringos gracias las ferreas medidas de Trump, pero seguirán moviéndose a otros territorios y el plástico irá también.
Es hora de alzar la voz, reducir el plástico y darle una mano a los que cruzan el mundo con puro corazón. ¡Esto es una locura que nos jode a todos, compa!
Una marusa de sisal, ropa de algodón y envases más amigables serian medidas cercanas para no plastificarnos tan rápido.
Tres  minutos de lectura y te volaste la cabeza. Comparte este revolcón de conciencia y que retumbe el avispero!



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