Bolivia: La próxima diáspora masiva de América ¿Hacia dónde huirán cuando la bomba estalle?
Por el equipo de Notimigrar
7 de abril de 2025
En Bolivia, el reloj no para y el tic-tac suena como un tambor roto. Es el ruido de las filas eternas en las gasolineras, el crujir de los bloqueos en las carreteras, el susurro de quienes ya no pueden comprar pan. La crisis energética y económica asfixia al país, y el socialismo chavista—ese modelo que prometió paraísos y dejó ruinas—está cobrando su factura. Los que se aferraron a sus recetas, como Bolivia bajo el MAS, ahora ven el mismo guion: escasez, colapso y un éxodo que se asoma. La pregunta no es si explotará, sino cuándo y hacia dónde correrán los bolivianos cuando el suelo se quiebre. Perú, Argentina y Chile están en la mira, pero cada uno trae promesas y espinas distintas.
El polvorín boliviano: un país que se ahoga en promesas rotas
Imagina esperar 30 horas por un galón de combustible que nunca llega. O buscar en mercados vacíos porque los dólares se evaporaron. El gas natural, que alguna vez fue la joya de Bolivia, se agota: los yacimientos están exhaustos, las reservas internacionales son un espejismo, y el gobierno de Luis Arce pelea con Evo Morales mientras el pueblo pelea por un mendrugo. El socialismo chavista copiado por Inmorales, con su fe ciega en el Estado y su desprecio por la realidad, dejó a Venezuela en escombros y ahora arrastra a Bolivia al mismo abismo. Sin inversión, sin visión, solo discursos. Las elecciones de agosto podrían ser la chispa: si no hay acuerdo, si no hay salida, la gente no esperará más. Hablamos de miles, quizás millones, con la mochila al hombro.
Perú: el vecino que ya siente los pasos
A un salto de La Paz, Desaguadero es el escape más cercano. Cada día, cientos cruzan al Perú con billetes bolivianos que valen menos que papel usado, buscando arroz, aceite, algo que llevar a casa. Puno y Juliaca los reciben con calles conocidas, donde ya trabajan y venden. “Aquí al menos hay comida”, dice María, una madre de Oruro que cruza cada semana. Pero Perú, con 1,5 millones de venezolanos aún lidiando con su propio éxodo, ¿aguantará otro golpe? La frontera es un colador, el sol peruano resiste, pero el espacio se estrecha y las miradas hostiles crecen. Si Bolivia colapsa, Perú será el primer refugio, aunque no todos podrán echar raíces.
Argentina: la tierra conocida que tambalea
Más al sur, Argentina sigue siendo el viejo imán. En Jujuy y Salta, los bolivianos no son forasteros: cosechan caña, levantan paredes, tejen vidas entre la inflación y el caos del peso. “Mi hermano ya está allá, dice que hay trabajo aunque sea poco”, cuenta Juan, un joven de Cochabamba que planea irse tras las elecciones. La frontera en La Quiaca es un paso fácil, y las familias ya asentadas son un faro. Pero Argentina, con su propia crisis por ahora, no es un sueño dorado. El socialismo chavista llegó ahí con los Kirschner, la mala gestión, y el país apenas se sostiene. Podría acoger a medio millón, pero será a fuerza de callos y paciencia.
Chile: el sueño lejano con candados
Y luego está Chile, el norte brillante de Arica e Iquique, donde el sueldo mínimo suena a esperanza y la minería llama. Pero el camino es duro. La frontera está vigilada, los controles son fieros, y el recuerdo de la migración venezolana—otro hijo del chavismo—dejó cicatrices. “Nos devolvieron en Colchane, no nos querían”, dice Pedro, que lo intentó el año pasado. Chile podría ser el premio de los más tercos, unos 100.000 o 200.000 que venzan el desierto y los retenes. Pero no es para todos: la puerta está entreabierta y el rechazo pesa más que el frío.
¿Cuándo y cómo?
Si la “bomba” estalla en 2025—con las elecciones o el fin del gas como detonador—, Perú se llevará el mayor peso: tal vez el 70% de los que huyan. Argentina será el refugio de siempre, con un 20-30%, y Chile, el destino difícil, con un 10-15%. El fracaso del socialismo chavista no solo hundió a Venezuela; sus ecos en Bolivia empujan a María a dejar a sus hijos con la abuela, a Juan a subirse a un colectivo nocturno, a Pedro a cruzar el altiplano con una botella de agua. Es un éxodo que ya camina en silencio, entre sombras que no piden permiso.
El silencio que retumba
Bolivia no es Venezuela—aún—. Pero el hambre, la incertidumbre y el abandono no necesitan ideología para doler. El socialismo chavista vendió un sueño que se volvió pesadilla, y quienes lo copiaron ahora pagan el precio. En Notimigrar seguimos mirando lo que otros esquivan: las vidas que se mueven, las casas que se vacían, los pasos que resuenan. ¿Hacia dónde irán? Hacia donde puedan. Y mientras el reloj apura, el mundo debería empezar a escuchar.